sudaka proletaria parida en dictadura: participación escolar en tiempos de crisis


Nací en la dictadura de Pinochet en un contexto marcado por el genocidio, toque de queda y las locuras de un tirano. Estaba prohibido quejarse, juntarse con los vecinos, formar grupos estudiantiles o salir a protestar. Así que a medida que se fue instaurando la democracia en los años 90's había un germen de lucha en mi generación. Y eso partía en la escuela. 

La herencia pinochetista se podía respirar en cada rincón del país. Los días lunes llegábamos uniformados (a las niñas nos medían la falda con una regla! Por ningún motivo mostrar más allá de la rodilla y provocar una posible violación porque la culpa siempre será tuya), hacer la fila, cantar el himno nacional con la manito en el corazón ❤️, las órdenes del día, entrar ordenados a medida que iban nombrando tu curso. Si tocaba religión rezarle al Señor y pedir bendiciones para nuestro general. 

Aún en mi infancia había gente que profesaba públicamente su amor por el dictador asesino y tenía una pegatina con su repugnante cara en la puerta de la vivienda. Varias veces me negué a entrar en casas de familiares de amigas cuando veía ese símbolo fascista. Mis primeros recuerdos de vida están marcados por detenidos desaparecidos, presos políticos y exiliados. En mi familia siempre se habló de ello aunque en voz baja. Mi abuela tenía un cartel gigantesco de Salvador Allende (el "Chicho" pa' los porteños) al que le prendía velas y le preguntaba por su padre. Un día vinieron los "milicos" a hacerle una visita y se lo llevaron. No podías estar afiliado al partido comunista y ser parte del sindicato de "Textil Viña" en la provincia de Valparaíso en 1973. Estabas condenado a desaparecer y que tiraran tus restos al océano Pacífico. 

En las escuelas post dictadura, las leyes educativas seguían siendo las del opresor, así que los profesores aún podían pegarnos, insultarnos y ser la autoridad. Por suerte, cuando tenía 8 años los políticos de turno se dieron cuenta que estábamos en democracia y se prohibió aquella práctica tan ancestral. Aunque las estructuras continuaron. 

Había una figura estudiantil/militar llamada "brigada" que lucía una especie de cinturón con tirantes de cuero blanco muy similar al usado por los mercenarios del Estado para llevar sus armas. Su objetivo era vigilar y espiar. Lo terrible es que era uno de los nuestros. Normalmente, el alumno de mejores notas y comportamiento. Siempre tuve las mejores notas, pero una "mala" conducta. Así que en mis ocho años de EGB nunca tuve que desempeñar ese rol. Había niños que lo disfrutaban. Cabe recordar que mi escuela "Almirante Luis Gómez Carreño" estaba formada por un 90% de familias pertenecientes a las Fuerzas Armadas, así que estas criaturas replicaban la crianza dada en el hogar. 

Pese a este macabro contexto, todo el mundo estaba asociado a algo. En el curso se organizaba un pequeño grupo de representantes compuesto por presidente, secretario y tesorero. Todos los años me elegían para este último cargo porque se me daban bien las matemáticas y siempre he sido honrada. Hacíamos actividades para reunir dinero para tener "extraescolares". La mayoría éramos precarios, con una economía de subsistencia. La dictadura no sólo destrozó familias sino que dejó grandes deudas en el fisco y agujeros negros en la economía que a día de hoy aún no se solucionan. Así que si queríamos jugar fútbol y comprar una pelota tocaba hacer rifas, vender queques (bizcochos) y tazas de te. 

En la época de los Backstreet Boys todas queríamos un radio casette para escucharlos en la escuela y poder bailar las coreografías en Educación Física. Nunca había plata, así que a organizarse. Siempre fue así. Que hay una protesta, allá íbamos. Si un "paco" (policía) te pegaba o te tiraban los "guanacos" (animal sudaka perteneciente a los camelidos que escupe, así que por metáfora el camión policial que lanza agua  con ácido recibe el mismo nombre) eras visto como un héroe. A mi me encantaba presumir de moretones y cicatrices... (estoy mintiendo me sigue apasionando las heridas de guerra). 

Mi padre también se fue preso en los 90's en la huelga de la "Textil Viña" de 1995. Los obreros se tomaron la fábrica para defender sus puestos de trabajo y fueron desalojados y llevados de paseo por la prisión. Incluso salieron en la tele, fueron llevados a juicio, hicieron caminatas solidarias hasta Valparaíso... crecí con el espíritu de lucha, por ello, me cuesta entender el por qué en España la gente no se moviliza por nada y yo me meto en todo, me afilio en todo organismo afín a mis ideas y actúo en consecuencia. Incluso estando a más de 10.000 kilómetros de mi tierra me sigo preocupando por lo que ocurre allá y me organizo en plataformas como la de Chile Despertó Internacional, surgida a raíz del "Estallido Social" de octubre de 2019 en el que más de 400 personas perdieron los ojos (porque la policía disparó a la cara de los manifestantes), miles de personas se fueron presas y cientos de activistas fueron asesinados en extrañas circunstancias llamadas "suicidio". 

Quizá en España no exista el mismo contexto que mi convulsa tierra, pero hay grandes desigualdades e injusticias. Hay que incentivar la conciencia obrera en nuestr@s alumn@s y que se identifiquen con algún movimiento social de su barrio. De hecho, parte de la evaluación en Filosofía de 1ero de bachillerato sería una actividad de voluntariado. Aquí les dejo algunas ideas sudakas que pueden funcionar 


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