Sobre el ciclopentanoperhidrofenantreno y la importancia de no mojarse el pelo: reflexiones sobre la educación opusiana en España

Mi primer contacto con la educación española fue a través de la dulce mirada del Opus Dei. Antes de mi llegada al "Primer mundo" no sabía nada de esta secta ni el poder que ejercía sobre la educación y la economía en Navarra. Tenía 16 años y quería hacer el bachillerato, pero en Berriozar, pueblo pegado a Pamplona, no contaba en ese momento con ningún instituto. Era septiembre, no había plazas en ningún sitio, hasta que me encontré con el edificio de las monjas Dominicas al final de una escalera al salir del Departamento de Educación en la cuesta Santo Domingo.

El primer día de clases yo era el elemento exótico y me hacían todo tipo de preguntas. Cuando les dije que venía de Viña del Mar, H exclamó :<<el sitio en el que grabaron "Machos">>, telenovela de gran éxito en los 2000´s. Al día siguiente nadie me miró. Sólo una chica B, que hasta día de hoy somos amigas, fue capaz de invitarme a un café y presentarme a su grupo de amigos. 

El cambio entre Chile y España fue drástico. Yo estaba acostumbrada a sacar las mejores notas y a ser buena en los estudios. Más tarde comprendería que estaba viviendo mi duelo migratorio y que tenía una depresión no diagnosticada. Mi padre me impuso venir a España, no era mi elección estar en ese lugar. Después de tres años de abandono, debí acotumbrarme a su presencia, a su mal humor, aparte de trabajar para cubrir mis gastos y hacerme cargo de la casa. Mis padres trabajaban todo el día por sueldos miserables en limpieza, sin papeles, con unas condiciones de esclavitud que ningún español promedio podía imaginar. Yo trabajaba limpiando bares por 100 €, así que no cobraba ni a 1€ la hora, pero estando indocumentada era poco lo que podía hacer. 

Ante semejante realidad, mis resultados académicos no fueron los mejores. Saqué un 1 en física, creo que sólo puse bien el nombre en el examen. Después tuve un 4 con mucho esfuerzo. Las monjas pensaban que yo era retrasada. Me hablaban más lento que al resto, y de algún modo, empecé a creer que en realidad yo no era inteligente, que todos los demás eran mejores que yo. El Opus me hizo sentir un ser inferior. 

Por suerte, esto sólo duró un par de meses, hasta que en la clase de Biología vimos la molécula del ciclopentanoperhidrofenantreno, que de algún modo, salvó mi vida adolescente al borde del suicidio. La primera vez que oí esta bella palabra fui capaz de retenerla en su totalidad, incluso su esquema compuesto por 17 átomos de carbono. ¿Por qué esta porquería tiene alguna relevancia? Porque saqué un 7 en el examen. Fue el primero que aprobé en España y en mi paso por el Opus. Concluí que no era tonta y que debía dejar el bachillerato de ciencias. 



Mi padre dejó de hablarme dos meses porque "estaba tirando la toalla". Su niñita no iba a estudiar medicina, ni podría presumir entre los sudakas residentes en Pamplona que su hija era "doctora". Opté el siguiente curso por lo contrario: humanidades con latín y griego. Me fue bien, fui la tercera de mi promoción y obtuve un 9.2 en latín en selectividad. Por cierto, la única sudaka que se presentó con esa modalidad en el año 2006 en Navarra. 

Mi paso por las monjas fue complejo. Pese a obtener buenas notas, mi relación con la religión no era buena. Me negaba a ir a misa todos los jueves a las mañanas, prefería irme castigada a la biblioteca y que me pusieran tareas de reflexión. Cuando llegó el momento de postular a las universidades, sólo había una opción válida: la universidad del Opus, como no! 

Al ser sudaka pobre de familia sudaka pobre, no tenía 8.000 euros para la matrícula de la carrera de Historia, así que dependía de la infinita solidaridad opusiana para mendigar algún tipo de ayuda económica. Debía caer bien a la sección "Alumni" y pasar por sus filtros. Hice sus examenes particulares el día de mi cumpleaños, un sábado a las 8 de la mañana. Por su suerte, cayó la independencia de Cuba de 1898, tema que sabía con detalle. Saqué un 10. Los de "Alumni" se dieron cuenta que era un simio tercermundista con ciertas dotes intelectuales, pero debían conocerme en persona y me citaron un lunes a las 16.00 hrs. 

Yo salía de clases a las 14.30, en llegar a casa las 15.00 hrs, darme una buena ducha para no apestar a humanidad y salir corriendo con mi padre en su moto (aún no había coche en casa porque mi padre no tenía carnet ni plata para comprarlo). Llegué con el pelo mojado. ERROR! Jamás vayas al Opus Dei con el pelo mojado. La secretaria de Alumni me dijo:

- Así no puedes entrar. 

- ¿Por qué?- Le pregunté con curiosidad. 

- Los hombres pueden imaginarte desnuda en la ducha. 

Creo que mis neuronas hicieron cortocircuito en ese momento. Nunca me había planteado la posibilidad erótico-festiva de imaginarme a alguien en bolas duchándose por tener el pelo mojado. Los opusianos son capaces de masturbarse con cualquier cosa. 


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