La función docente como una obra de arte:

 



Estamos acostumbrados al "éxito" como si fuese el único paradigma que guía nuestras vidas, con lo que, si existen determinados seres humanos que no cumplen las expectativas que marca el mercado las consideramos como fracasados, inútiles o estorbos para la sociedad. 

En el documental "Un pulso al fracaso" nos enseña otro tipo de oportunidades para aquellas personas que no han podido escolarizarse debidamente, por un sin fin de motivos, y desean obtener algún tipo de empleo, en este caso, en el sector de la hostelería. Lo positivo es que no meten el dedo en la llaga con el morbo que suelen despertar este tipo de programas, si son vagabundos o drogadictos, si son gitanos problemáticos, si se han embarazado con 13 años y esos estigmas que suelen tener los periodistas cuando se internan en un barrio-gueto. 

En esta escuela de "Segundas Oportunidades" lo que menos importa es la transmisión de conocimientos. Se valora la puntualidad, la honestidad y un buen ambiente de convivencia, también que sepan expresarse en público, afrontar una entrevista de trabajo, tener una buena presentación personal... todas aquellas destrezas que nadie te enseña cuando llegas a la vida adulta y debes manejar para sobrevivir en la jungla de cemento. 
No podemos alejar la función docente de la función social. Formamos ciudadanos que tienen todo el derecho de participar democráticamente en esta sociedad que no les da voz ni las oportunidades laborales para que puedan tener una vida decente. Quizá no se encuentre ningún genio en matemáticas en esas aulas, pero existen perfiles adecuados con una marcada amabilidad para el trato con el público. ¿Es necesario que aprendan logaritmos nepelianos? Yo llevo esperando 20 años de mi vida para ponerlos en práctica. 

Acá en Valladolid podemos encontrar maravillosos ejemplos de "Aprendizaje-servicio" como el llevado a cabo por "Pajarillos Educa" con los estudiantes de un barrio que sufre la exclusión social. El director de la escuela nos comentaba en una charla: <<a mis niños nadie los quiere>>. Su testimonio fue desgarrador. Desde pequeños conocen la discriminación por ser de etnia gitana, por tener orígenes magrebíes, por ser negros, por tener padres parados de larga duración, etc. El abandono escolar en Pajarillos es del 40%, es decir, el triple de la media española. La mayoría del alumnado no termina la educación secundaria, limitando sus posibilidades de encontrar trabajo o aprender cualquier tipo de oficio. Incluso los profesores deciden abandonar dicha escuela o apenas les sea posible piden su traslado. Los niños de Pajarillos no tienen modelos para seguir, ni padres preocupados por su educación. Han venido a este mundo sin ser deseados y sienten que no sirven para nada. 

No obstante, el arte puede hacer milagros. Una serie de artistas locales enseñaron a los niños a dibujar y pintar murales. Se les empoderó y decidieron crear un entorno más bonito en su barrio. Se creó el proyecto "Murales de la felicidad" y su vida se llenó de color. Por fin, existía una obra de la cual poder sentirse orgullosos. Esto no sólo quedó en pintar unas cuántas paredes, si no que se amplió a otras disciplinas como el deporte. Formaron su propio equipo de fútbol y sus entrenadores eran antiguos alumnos de la escuela, es decir, sus propios vecinos negros o moros. Tenían referentes de su color de piel, ejemplos en los cuales inspirarse y no los típicos "salvadores blancos" que realizaban alguna labor de voluntariado movidos por la lástima. Estos monitores empezaron a formarse como entrenadores deportivos dentro de una Formación Profesional reglada. 

Gracias al arte y al deporte volvió la esperanza a Pajarillos, por ellos, la función docente es emocional y estética, debemos de inspirar belleza en nuestro alumnado. 







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